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lunes, marzo 28, 2005  

La vida que te espera




�ltimamente pienso mucho en mi pap�. Anoche fui a ver La vida que te espera (una de las pel�culas seleccionadas para Eurocine y que va a estar tambi�n en cartelera regular dentro de poco) y a�n no he dejado la sala por completo. Esta pel�cula habla de la vida no tan tranquila de un campesino, sus dos hijas y la lucha por enfrentar de alguna manera el asesinato de un anciano vecino despu�s de una pelea por un jato, pero en otro sentido es una simple historia de amor, o mejor, muchas historias de amor: la de un hombre y una mujer, la de un padre y sus hijas, la de un campesino y sus vacas, su tierra y su vida de campesino... Aunque ya se sabe que es en Cantabria y en Espa�a, no puedo dejar de sentirme en alguna regi�n de Boyac� de pastos muy verdes y monta�as empinadas, con sus carreteras llenas de niebla y barro cuando llueve. La incre�ble belleza y profundidad que se esconde en la simpleza de sus personajes, en lo com�n de un campesino que trabaja el d�a entero y de sus hijas adolescentes, me hace sentirla a�n m�s cercana, casi m�s que por la propia relaci�n de padre e hijo que tan desgarradora se me ha presentado estos d�as. La vida que te espera se presenta aqu� igual de tr�gica que aquella que viven tus padres. De ninguna manera tranquiliza, prefigurada como est� por las mismas vacas y la misma leche, el mismo pasto verde que se pierde hacia abajo, el mismo pueblo peque�o y olvidado. Como en una especie de juicio universal, la herencia que se transmite por generaciones, la culpa, no permite escapar f�cilmente. Se trata de enfrentarse a ello, de afrontar el miedo y la culpa como propios por primera vez en la vida y cruzar solitario el t�nel oscuro que separa, por ejemplo, el hogar del exilio o la c�lida sensaci�n relacionada con el quehacer cotidiano de la b�squeda de una nueva vida una vez la anterior ha dejado de ser posible; es reconocer la lucha como propia y comenzar a ser adulto, una declaraci�n m�s fuerte ante la crueldad del mundo.

Apenas termin�, justo cuando las dos figuras se pierden en la oscuridad del t�nel, sent� unas ganas enormes de abrazar a mi pap�, de pedirle perd�n tambi�n. Evidentemente no lo hice. Llegu� a la casa y me puse a escribir sin siquiera subir, sin muchas ganas. Creo que, incluso si la muerte estuviera de parte de los dos habr�a optado por no decir nada, por fingir que no s� lo que pasa, por callar cuanto pudiera para llegar alg�n d�a a olvidarlo. Muy en el fondo s� que no se va ir.

Me preocupa seguir sintiendo todo esto tan cercano, que ya ni siquiera el acento espa�ol que tanto me hac�a re�r sea capaz de alejarme un poco, de proveer distancia. Distancia que, por lo dem�s, pierdo cada vez m�s, con cada vez que me siento frente a la pantalla de un cine.

Permalink 12:14 p. m.



 
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