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jueves, marzo 10, 2005  

Recuerdos


Cuando era ni�o le escrib�a cartas a mi pap� mientras estaba lejos. Ahora pienso que lo hac�a sin ser realmente conciente de lo que significaba, un poco por imitar a mi mam� que se sentaba algunas noches a escribir en la mesa redonda del comedor, bajo la misma l�mpara que cuelga ahora sobre el computador. Nunca estuve seguro de que las recibiera ni las leyera y en realidad creo que nunca pens� en ello. Mi mam� las mandaba a alg�n lugar del mundo del que jam�s hab�a o�do hablar, un lugar distinto cada vez que para m� era siempre el mismo, ninguno. Pasaba mucho tiempo escribiendo y corrigiendo, borrando una y otra vez las pocas palabras que hab�a escrito, comenzando de nuevo. Recuerdo especialmente el d�a que descubr� los acr�sticos haber pasado varias horas tratando de lograr un p�rrafo con sentido que creo poder recitar a�n. Recuerdo haber fracasado, pero s� que esa noche termin� de escribir algo que mi mam� pudo o no haber mandado.

Me pregunto d�nde est�n todas esas cartas. Trato de imaginar el momento en el que la persona del correo las llevara hasta un apartamento peque�o y las dejara debajo de la puerta, trato de ver a mi pap� mientras las lee. Nada de esto ocurri�. Las cartas se perdieron en el camino por errores del correo, fueron abiertas por alg�n militar que en vez de encontrar pruebas incriminatorias le�a tontos ejercicios lingu�sticos (ejercicios en los que, seguramente, ve�a criptogramas que no trataba de descifrar, m�s por incapacidad que por falta de ganas) o simplemente llegaron meses despu�s de que el destinatario hab�a dejado de vivir all�, para siempre.

Nunca fueron devueltas. El papel en el que fueron escritas ha sido reciclado ya varias veces. Mi pap� nunca las conoci� y mi mam� ten�a la delicadeza de no leerlas antes de mandarlas, delicadeza que no deb�a estar exenta de algo de verg�enza por lo poco que ten�a que decir un ni�o como yo o por lo mal que lo dec�a. Los �nicos vestigios que quedan son los pocos recuerdos que me llegan a veces, cuando pienso en Bucaramanga, cuando veo las fotos del caballo de madera que ten�a o cuando pienso en lo que pueda ser la tristeza o la soledad. Esos pocos recuerdos, las im�genes con la luz tenue del comedor o una que otra frase que simulaba impaciencia, se disuelven poco a poco a medida que pasa el tiempo y las cosas del mundo se vuelven m�s vanas. Pronto no quedar� nada de aquellas horas, de aquellas cartas, del cari�o que alguna vez me hizo un ser humano.

Permalink 12:16 p. m.



 
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