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sábado, julio 15, 2006  

Instrucciones para morirse


No mire hacia atrás. No arrastre los pies. Camine decidido sin pensarlo mucho, porque el tonto espíritu y esas ganas de vivir que no existen se esconden siempre en la duda. Dé la vuelta en la esquina y no mire a lo lejos. Baje la cabeza. Concéntrese en sus zapatos, en los huequitos por los que corren sus cordones desamarrados, en cada piedra que estaría tocando sus pies si estuviera descalzo y de la que se pierde por no estarlo. Invente un juego: imagine que camina sobre un puente de tablas tendido en un abismo y que sólo hay suelo justo allí donde pisa, justo donde la suela de sus zapatos rojos toca el pavimento mojado. Sienta miedo. Mire hacia abajo y sienta todo el miedo que pueda pero jamás levante la cabeza porque arriba, en el horizonte, hay esperanza. Escuche los carros pasar a su lado con atención. No los vea. Trate de adivinar las letras y números de las placas e imagine que son mensajes en código escritos para usted por un dios desconocido. No los entienda. Crea que en ellos se esconde el secreto de su salvación pero no los decifre; pero no porque no pueda: decida no hacerlo. Concéntrese en sus zapatos, en sus cordones, en el abismo. Sienta miedo.

El mundo no existe, y usted lo sabe. Doble de nuevo en la siguiente esquina. No levante la cabeza. Sienta la brisa del mar que llega, la arena y la sal que viene con ella, que se queda en su pelo y que jamás se va a ir. Imagine que cada grano es una hormiga y que crece en su cabeza una colonia enorme que se mueve y que martilla su cerebro. Imagine su coorodinación milimétrica: cada pata de hormiga pateando su cabeza exactamente al mismo tiempo que las demás, despacio pero decididamente, con un objetivo claro en su andar del que usted no sabe absolutamente nada; inconmensurable con su forma de ver el mundo, con todo aquello que le han enseñado desde el momento en el que, luchando contra la naturaleza, salió del vientre de su madre. Entienda la tragedia, siéntala en usted y no la deje ir.

No mire hacia atrás. Camine decidido. Sienta el agua que se va colando por los huequitos de su zapato. Piense que no está tan fría como esperaba. Escúchela subir por sus piernas, mojar su pantalón. Imaginé los peces que no verá nadando sobre su cuerpo inmóvil. Cierre los ojos. Piense en sus zapatos, en sus cordones, en las placas, en las hormigas, en el abismo. No se quite el pelo de la cara. Piense en lo que no ve. No abra los ojos pero levante la cara. Pare un segundo. Comience a caminar de nuevo y ya no se detenga nunca más. Luche contra la marea que lo empuja hacia atrás. Sienta el agua no tan fría sobre su estómago, su pecho, su cuello, su pelo. Camine. No se detenga jamás.

Permalink 11:27 a. m.



 
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