miércoles, julio 05, 2006
La primera foto La primera foto que Lucía tomó con mi vieja cámara, la cámara de mis padres, no existe. Estábamos en el bosque, a miles de metros sobre el nivel del mar y unos pocos sobre Bogotá, perdidos en un bosque de niebla y penumbra en el que dejé la mitad de mi vida. Pensábamos en tomar todo un rollo juntos con fotos de cada uno tomadas por el otro, de unos perros sucios que corrían por ahí, del pasto, de uno que otro árbol. La primera foto era de una matica larga larga que se levantaba como por arte de magia; un palo bastante precario e indefenso que parecía romperse con el paso del viento, sin hojas o ramas que lo protegieran. Lucía enfocó, cuadró la luz con el precario sistema y, en el último momento, giró la cámara unos cuantos grados hacia la izquierda sobre un eje perpendicular a la matica. Recuerdo su gesto con claridad. El mundo, sin embargo, no giró con su gesto. La matica, la superficie, las montañas que se veían a lo lejos y que eventualmente saldrían desdibujadas en la foto permanecieron quietas, justo en su sitio. Tampoco yo me moví. Un clic después estaría reflejado el movimiento de su mano, su gesto, absolutamente contrapuesto a un mundo que se resiste a ser lo que somos, a moverse con nosotros. Un clic después estaría plasmado todo lo que nos separa de cada átomo fuera de nuestra piel; todo lo que, de ninguna forma, era ella; todo.
El rollo se veló por completo, porque siempre he sido incapaz de ponerlos bien. Con él, no sólo se velaron nuestras primeras fotos juntos, sino ese gesto particular que tanto me impresonó y en el que he pensado en estos días. Sostendría la foto frente a mí, trataría de no pensar mucho y el gesto volvería una y otra vez; y entonces volvería la respuesta del mundo, la mía, y el clic eterno de una representación que jamás se acaba. Clic!
La primera foto, sin embargo, no existe.
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6:45 p. m.
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