martes, febrero 22, 2005
Tranquilidad En efecto, no dorm�a. Se acerc� a su compa�ero cuyo t�rax se mov�a como si durmiera, pasuada y profundamente, y, encendiendo el pen�ltimo f�sforo que le quedaba mientras lo acercaba a su rostro, not� que sus ojos estaban abiertos, aunque apenas reaccionaron a la luz intensa que se acercaba. Por m�s que se esforz� no pudo o�r su respiraci�n, tan lenta era. Hubiera jurado que estaba muerto si no fuera por el ritmo constante, hipn�tico, con el que se mov�a su figura, incluso cuando era vista de espaldas y en aquella oscuridad tan profunda.
El f�sforo se consumi� casi por completo y tuvo que tirarlo para no quemarse. Volvi� a su puesto a unos pocos metros de all� y se tumb� pesadamente, cansado. No volvi� a levantarse en toda la noche, ni siquiera volte� a mirar el cuerpo que yac�a a su lado: hubiera podido dejar de moverse y no lo habr�a notado. La noche le pareci� extremadamente larga.
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9:13 a. m.
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