martes, febrero 22, 2005
Tranquilidad En efecto, no dorm�a. Se acerc� a su compa�ero cuyo t�rax se mov�a como si durmiera, pasuada y profundamente, y, encendiendo el pen�ltimo f�sforo que le quedaba mientras lo acercaba a su rostro, not� que sus ojos estaban abiertos, aunque apenas reaccionaron a la luz intensa que se acercaba. Por m�s que se esforz� no pudo o�r su respiraci�n, tan lenta era. Hubiera jurado que estaba muerto si no fuera por el ritmo constante, hipn�tico, con el que se mov�a su figura, incluso cuando era vista de espaldas y en aquella oscuridad tan profunda.
El f�sforo se consumi� casi por completo y tuvo que tirarlo para no quemarse. Volvi� a su puesto a unos pocos metros de all� y se tumb� pesadamente, cansado. No volvi� a levantarse en toda la noche, ni siquiera volte� a mirar el cuerpo que yac�a a su lado: hubiera podido dejar de moverse y no lo habr�a notado. La noche le pareci� extremadamente larga.
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9:13 a. m.
sábado, febrero 12, 2005
El silencio es un poquito m�s dif�cil. No s�lo darle la vuelta a la ruedita de los parlantes y esperar que no se devuelva. Es la noche de un d�a muy lluvioso en la que, por arte de magia, escampa un rato y ya no se oyen m�s las gotas contra el agua que ya ha ca�do. Es ah�, aqu�, cuando m�s se escucha el correr de la sangre por las venas, el est�mago trabajar, las coyunturas del cuerpo rechinar o tronar. Es as�, en este siencio abrumador que me invade, cuando realmente llego a escuchar, cuando mis pensamientos dejan de gritar y s�lo hablan para ser escuchados, algo bastante m�s dif�cil. Creo que no quiero que llueva m�s hoy.
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10:18 p. m.
martes, febrero 08, 2005
Viejo, yo veo qu� pocas de mis esperanzas se han cumplido, qu� lejos est� el mundo de lo que dese�, imagin�, y por el que luch�.
Y sin embargo, no reniego de haber esperado, de seguir esperando.
Ernesto Sabato, Espa�a en los diarios de mi vejez
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12:21 a. m.
lunes, febrero 07, 2005
Despacio, cerrando los ojos, tratando de imaginar que estas aqu� junto a m�... De otra forma no sabr�a como cerrar los ojos tranquilamente, entreg�ndome indefenso a los ataques terribles de las peque�as tristezas que se me meten en la cabeza y que a veces no me dejan dormir.
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3:14 a. m.
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