domingo, junio 25, 2006
Lucía Rivera, Agüita
El mundo, al ausentarse, deja un rastro inconfundible que permanece todavía mucho tiempo. Me imagino una taza llena de café estrellada contra una pared muy muy blanca; el líquido negro que se arrastra por la superficie, despacio, viscoso... Su recorrido podría hacerse muy largo si la pared no tuviera fin, aunque debería parar eventualmente, cuando ya no existiera el líquido suficiente para abarcar más distancia; cuando la pared misma contuviera su movimiento. Así, cuando cierro los ojos y tapo mis oídos, y el mundo desaparece ante mí, siento aún por mucho tiempo, antes de dormir, su negra masa corriéndose, derritiéndose, arrastrándose como un gusano. La masa para en algún momento y lo olvido, justo cuando pierdo el rastro que va dejando y la pared lo absorbe por completo. La superficie termina por drenar cada una de sus gotas y desaparecerlo. El mundo me abandona, entonces, una vez más...
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11:05 p. m.
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